Los terribles dos llegaron con camas y petacas a esta casa y al parecer para quedarse por un buen tiempo. Siempre me dijeron que los niñitos eran más rebeldes que las niñas, más hiperactivos e indomables, si bien pensé que era una exageración, en el caso de mi hijo, ya con 2 años y medio, se cumple a cabalidad esa regla.
A veces creo que la palabra NO es totalmente incomprensible para él, o bien creerá que significa que lo haga mil veces más. Ni hablar de sus berrinches y pataletas, porque este niño salió tremendo actor, incluso superando a su hermana, sobretodo en los llantos con lágrimas incluidas y sin tiempo fijo de termino.
Ahora que ya empezó a asistir al Jardín Infantil, tengo la esperanza que vuelva tan cansado a casa, que nuestras tardes sean más apacibles y tranquilas, aunque debo confesar que me sorprende que su educadora me diga que es tan tranquilo y se porta tan bien, puf, seguro se confunde de niño pienso yo. Por supuesto veremos si en un par de semanas sigue opinando lo mismo, una vez que este pilluelo entre en confianza.
Cabe destacar que “los terribles dos”, vienen acompañados, en nuestro caso, de “terribles travesuras” que muchas veces rayan en lo peligroso, más que en lo gracioso. Como el tirar distintos objetos por el balcón de nuestro departamento (vivo en un piso 13, es decir, el impacto si le cae en la cabeza algo a una persona, desde esa altura, es fuertísimo), entre estos objetos se cuentan: tenedores, autos de juguete, pelotas de goma, Little People, calcetines, pinches, pan, jugo, monedas, etc. Claro los preferidos para él siempre serán los juguetes o cualquier cosa que le quite a su hermana.
¿Qué hacer? Pues no lo sé, para mi hijo no hay escarmiento que sirva, ni los retos, ni castigos, ni el razonamiento amoroso, etc. Todo lo que se puedan imaginar lo he intentado, no hay forma que entienda que es peligroso tirar cosas. Ya casi asumí que algún día tirará algo que matará a alguien y terminaré en la cárcel por un crimen que yo no cometí.
Otra de sus “travesuras” comunes, es jugar con agua en los baños o mejor dicho lavar con jabón no solo sus manos, sino cuanta cosa encuentre y que no debería mojarse. Su favorito es el control remoto de la televisión, incluso me asombra que aún funcione después de estar 10 minutos sumergido bajo el chorro de agua mezclado con jabón (me pregunto porque cuando mi IPhone cayó al agua no paso lo mismo), otros de sus predilectos son el papel higiénico y juguetes a pilas. Para esto, la solución más efectiva ha sido cerrar los baños con llave, claro que el problema se genera cuando alguien, y me incluyo, necesita ir al baño urgentemente, es en ese instante en que nunca sé donde dejé las llaves.
Como además, ahora mi hijo se cree grande, ha decidido ir al baño solito cuando quiere hacer pipí, para eso tiene un pequeño alzador al que sube para alcanzar el WC, el problema radica en que como aún no sabe muy bien direccionar su chorrito, la mayor parte del tiempo el baño queda regado de pipí por todos lados, incluida su ropa. Pero para coronar esta escena, ha agarrado la mágica costumbre de ocupar el aromatizador spray del baño como perfume, así que sé perfectamente cuando ha hecho alguna de sus “travesuras” en el baño, pues anda con un fresco olor a lavanda.
La verdad es que podría escribir planas y más planas de todas las embarraradas que se ha mandado mi hijo en este último tiempo, pero creo que una de las peores fue la de ayer, pues fue deliberadamente en contra de mi persona.
Como últimamente he andado más cansada y con mucho sueño (comprensible para mis 36 semanas de embarazo) en las tardes ya casi no vamos a los juegos infantiles con mis hijos, sino que nos quedamos en casa tirados en la cama viendo el dichoso Disney Junior, así aprovecho de dormitar un rato, que no pasa de los 15 minutos. En eso estamos ayer cuando de bruces desperté gracias a que mi amado hijo había rociado dentro de mi oído el desodorante ambiental!! Créanme que aún siento el olor a Lysoform, juraría que penetró hasta mi cerebro, hasta media sorda quedé un rato, jajaja, claro ahora me rio, pero cuando sucedió no me causo nada de risa.
Por lo que he estado pensando seriamente en poner todo lo medianamente, o mejor aún, lo casi nada peligroso, fuera del alcance de este travieso hijito que tengo. Porque ya estoy vislumbrando mi futuro como el de Lois, la mamá de Malcolm in the Midle, con un hijo internado en la Escuela Militar y yo casi loca antes de cumplir los 45.