Hace un tiempo que mi hija, cuando salimos de compras, opina sobre el vestuario que se le esta comprando, si le gusta el color o los dibujos que tiene, por ejemplo. Generalmente, presto atención a sus gustos, por supuesto dentro de ciertos parámetros.
Así tambien, últimamente he notado cierta “preferencia” por comprarse zapatos y en especial de su color favorito, el morado.
El mes pasado andábamos de compras y entramos a una tienda (que me encanta) mientras hacia la fila para pagar, llego a mi lado con un par de zapatos morados, eran muy lindos, y me dice que le encantaban, que se los quería comprar. Nos miramos con mi marido, el se encogió de hombros (eso significa que me deja la decisión a mí). Tomé los zapatos y le dije: “claro” (después de ver el precio, obvio…), “pero hay que ver si hay de tu talla”.
Con mi marido fueron a buscar unos de su talla, pero no había, al ver lo desilusionaba que volvía a mi lado, le dije que podíamos regresar la próxima semana para ver si habían llegado de su talla. Me respondió: “bueno, pero es que me encantaban y además son de mi color favorito”.
Hace un par de días, entramos a la misma tienda, pues tenía que comprar un par de regalos, y mi hija se acordó de los zapatos (la verdad, yo ya lo había olvidado). Los buscamos, pero ya no había de ese modelo.
Ella por supuesto empezó a ver todos los zapatos, hasta que encontró unos similares y también de color morado. Me los mostro y me dice: “mami, me encantan, estos me los quiero comprar, por fis, y son morados!!”.
Se los pedí, y al ver el precio, casi me desmaye. Eran demasiado caros y no estaba dispuesta a gastar semejante dinero en unos zapatos, que a mi gusto no eran tan lindos como los otros, además encontré la suela demasiado dura y poco flexibles, en comparación con otros.
Le dije que mejor eligiera otros zapatos, pues esos le iban a molestar, y empecé a mostrarle otros modelos. Pero no, ella obstinada con esos zapatos, se sentó en el suelo y comenzó a medirlos con sus zapatillas, para ver si eran su talla jaja. “Solo quiero estos”, me decía.
Yo tratando de ocupar toda la psicología y paciencia posible (la poca, por no decir, la casi nada que tengo) explicándole que esos zapatos no le combinarían mucho con la ropa, que eran duros, que le molestarían los pies, que habían otros más lindos, incluso le dije que si quería, podría venir con el papá a comprarlos después.
Luego de un rato, en que estuvo al borde de las lágrimas y pataleta, logre convencerla de ver otros zapatos, con tan mala suerte, que los que elegía, no había de su talla. Al final, después de pedirle al vendedor muchos modelos, encontramos un par de su talla. Con la casualidad que eran los primeros que le ofrecí, o sea, los que más me gustaban a mí y los que menos le gustaban a ella. Ni que me hubiera confabulado con el vendedor, jeje.
Se lo probo, y le encantaron, “quiero estos” me dijo. Y como olvidando todo lo anterior, y los otros zapatos, salió feliz de la tienda llevando la bolsa con sus nuevos zapatos.
Me pregunto de donde habrá sacado esa obsesión por los zapatos, pues yo con suerte me compro dos pares al año. Lo que si tengo más que claro, y se lo dije a ella, que solo compraremos zapatos cuando los necesite y no cada vez que salgamos.
Porque no me gusta nada la idea de tener una Carrie chica (de Sex and the City) en casa.