Con mi marido, desde que nació nuestra hija hemos sido de la filosofía que los niños duermen en nuestra pieza, en su cuna, hasta los 10 meses. Luego deben dormir en su propia habitación. Así fue con mi princesa. Y nos resulto súper bien.
Pero cuando mi hija tenía 1 año y medio nos fuimos de vacaciones al extranjero, y durante esos 15 días durmió con nosotros en la cama. Al volver a Chile, mi hija se acostumbro a sentirnos a su lado y no hubo caso que se durmiera en su pieza, así que la hacíamos dormir en nuestra cama y cuando estaba bien dormida, la pasábamos a su dormitorio.
Cuando tenía dos años empezó a pasarse en la madrugada a nuestra habitación, todas las noches. Luego quede embarazada de nuestro hijo y la cosa seguía igual, incluso, ya ni la molestia nos tomábamos de pasarla a su cama, la dejábamos en la nuestra. Así, luego de unos meses, seguíamos los 3 durmiendo en la misma cama y para colmo, yo con una barriga gigante, que ocupaba media cama.
Lo peor fue, que ya no se conformaba con dormir con nosotros, sino yo tenía que quedarme a su lado hasta que se quedara dormida, así, pasaba cerca de una hora a su lado, y por supuesto me dormía yo antes que ella.
En este escenario, fue que nació mi hijo, y ya no éramos dos, ni tres en la cama: sino CUATRO!! Y eso si que era difícil, como mi hijo dormía toda la noche colgado a mi pechuga, yo casi no dormía pensando que le podía llegar una patada de mi hija o bien luchando por no caerme de la cama.
Bueno, hasta que llego el día en que mi bebé cumplió los 10 meses y viento en popa se fue a dormir solo a su pieza, “uno menos” dije yo, que alivio. Pero sucedió algo increíble, desde ese día, mi hija nunca más se pasó a nuestro dormitorio en las noches. Es que no cabía de la emoción, de ser cuatro, en un día, pasamos a ser solo dos en nuestra cama. Claro tanto era nuestra costumbre de dormir en los bordes de la cama con mi marido, que durante varias noches dormimos cada uno en nuestro extremo, dejando tremendo espacio en el medio.
Todo bien, pero nos faltaba un detalle: que mi hija lograra quedarse dormida sola, sin la necesidad de acostarme a su lado. Para esto tuvimos la asesoría de una psicóloga. Debíamos acostarla en su habitación y despedirnos, dejándola sola, si lloraba o se levantaba debíamos volver a acostarla. Por suerte ninguna noche lloro, pero si se levantaba a buscarme, la primera noche se levanto por lo bajo 20 veces, así que yo la tomaba en brazos, la volvía a acostar y le daba su beso de buenas noches. La segunda noche se levanto 10 veces y así cada día se levantaba menos veces. Al cabo de una semana mi hija se dormía sola en su habitación, sin ningún problema!!
No les mentiré, hay noches en las que extraño estar los cuatro durmiendo en la misma cama, para poder acariciar y regalonear a mis hijos, el sentir sus abrazos o bien los manotazos que me daban cuando dormían, jaja. Claro son solo algunas noches, porque no hay nada mejor que dormir solitos mi marido y yo.