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23 de marzo de 2017

La hora de dormir

El dormir y los hábitos de sueño de los niños, siempre ha sido una preocupación para los que somos padres, y a propósito que este viernes se celebra el Día Mundial del Sueño quiero contarles mi experiencia con el dormir de mis hijos.

Como siempre lo digo, cada niño es un mundo, y con los tres viví experiencias distintas. La Mayor desde recién nacida, durmió 6 horas seguidas, amamantaba por última vez alrededor de las 11 o 12 de la noche y no despertaba hasta las 5 o 6 de la mañana, no me puedo quejar porque podía descansar.

La hacíamos dormir en brazos y luego la poníamos en su moisés o cuna, o muchas veces se dormía en su cuna si uno estaba meciéndola. Con ella no fue complicado, hasta que tenia casi dos años y luego cuando nació El Mediano, ahí empezó a dormirse en nuestra cama y cuando la llevábamos a la suya, despertaba mil veces y al final termino durmiendo con nosotros un largo periodo, escribí sobre eso aquí hace unos años, pero bueno, creo que varias mamás lo han vivido jejeje.

El Mediano fue al revés, como sufría de APVL, alergia a la proteína de la leche de vaca, y su dormir era muy complicado, pasábamos largas horas de la noche calmando sus cólicos, paseándolo en brazos y durmiendo pocas horas, durante el día no era muy distinto, el pobre realmente lo paso mal y nosotros igual. Pero una vez controlada su alergia y al reducirse los cólicos, logramos que empezará a dormir mejor.  En esa época nos turnábamos con mi marido, mientras uno consolaba y calmaba al Mediano, el otro acompañaba a la Mayor y sus despertares nocturnos, debido al llanto de su hermano o porque no nos sentía en la cama con ella.

Cuando nació El Menor, los mayores dormían bien y además ya conocía sobre el porteo y fue mi salvación, porque dormía horas en el fular, pegadito a mí y podía hacer de todo con él acuestas, sino estaba durmiendo en el fular lo hacía en mi pechuga, pues lo amamantaba a libre demanda. En la noches dormía plácidamente, pero pegado a la teta. Algunas veces dormía  solo en su cuna o en el coche, pero no era lo común. Por lo mismo colechamos con él hasta cerca de los 3 años, cuando comenzamos el destete.

Lo que si hicimos desde pequeños y hasta el día de hoy, es tener rutinas para dormir, alrededor de las 7:30 a 8:00 pm se empiezan a bajar las revoluciones en este hogar y comienzan a prepararse para dormir (ir al baño, lavarse manos, cara y dientes, ponerse pijama, etc.), apagamos luces, televisor y se les lee un cuento cuando se puede, a las 9:00 pm o antes generalmente ya están durmiendo.   La Mayor se acuesta sola y se duerme a veces inmediatamente, dependiendo del día, sobre todo aquellos que tiene entrenamiento de cheerleading o patinaje, y otros se demora un poco.  Mientras nosotros nos acostamos un rato con los niños en sus camas, hasta que se duerman, que no pasa de 15 minutos, aunque algunas veces El Menor demora más. Claro ya están más grandes y duermen de corrido toda la noche, pero alguna vez en la semana despiertan en la noche y basta con ir a sus dormitorios, acompañarlos un rato y luego siguen durmiendo.

Pueden haber cientos de métodos y estudios con respecto al sueño de los niños, pero creo que como cada niño es diferente y también las familias, además la forma de criar a cada hijo es distinta - cuando leo post antiguos de este blog me llego a asombrar de la forma en que cambio mi visión y la manera en que crie a los mayores comparado con el Menor, pero eso da para otro post -  uno trata de hacer lo mejor posible al criar pero no hay nada certero en esto, salvo generarles ambientes tranquilos y rutinas adecuadas a cada caso. Sí les puedo asegurar que cuando crecen este tema es más llevadero, para nosotros alrededor de los dos o tres años los niños ya se habían acostumbrado a esos hábitos.

A tal punto se acostumbran, que ya sé que si a cierta hora ellos no están durmiendo, esta casa es un infierno, pues andan irritados, llorando por cualquier cosa y peleando por todo jajajaja. Así que por la sanidad mental de todos, es mejor dormirlos temprano.


Sí, es importante que tengan las horas necesarias de sueño, para que descansen lo suficiente y tengan un desarrollo saludable, y en eso los especialistas no se equivocan, para cada edad las horas que deben dormir son distintas y depende de nosotros el que así sea. Por supuesto aquí, las rutinas para dormir se van muy lejos de esta casa, muy a mi pesar,  cuando estamos de vacaciones, pues quieren disfrutar al máximo del día y se acuestan tarde, pero por suerte también se despiertan más tarde. Porque seamos sinceros, tampoco hay que ser tan estrictos y tiranos a veces y las vacaciones son vacaciones.

23 de marzo de 2016

Una Hora Más de Sueño (Reportaje)

En mi post pasado sobre nuestras difíciles mañanas les comenté que leí un articulo muy bueno con respecto al sueño de nuestros hijos y como el retrasar el horario de entrada a los colegios ayudaría al rendimiento escolar, donde se entrevista a especialistas que hablan de la importancia de cuidar el sueño de los niños y adolecentes, comparto con ustedes el reportaje completo, del diario La Tercera, en su sección Tendencias del día 5 de marzo del 2016.


Una hora más de sueño

Los especialistas coinciden en la importancia que tiene para el aprendizaje y el desarrollo de los niños y adolescentes que duerman suficiente, y alertan de que hoy existe una "epidemia de trastornos de sueño". En Estados Unidos y Gran Bretaña no sólo llaman a los padres a cuidar las horas de descanso de sus hijos, sino que incluso están retrasando la hora de ingreso a los colegios.

Miércoles 2 de marzo. Son las 8.50 de la mañana y mientras gran parte de los estudiantes del país están en clases conociendo a sus nuevos profesores o pasando materia, en el Southern Cross School, en Las Condes, un grupo de papás y mamás acaba de dejar a sus hijos en la puerta del colegio. No llegaron tarde por culpa del tráfico ni se quedaron dormidos; en este establecimiento los alumnos entran a las 8.45.

“A mí me parece maravilloso que puedan entrar más tarde porque duermen más y porque a esta hora hay menos taco”, dice Bárbara Lari, apoderada de prekínder. “Mi hija Isabella se acuesta a las ocho y media y se despierta en forma natural un cuarto para las ocho, sin alarma. Además, tomamos desayuno en familia”, comenta por su parte Ricardo Torres (40), apoderado de kínder, mientras Felipe Torrealba (44), que tiene hijos en primero y segundo medio, vivió la experiencia de llevarlos a un colegio que tocaba el timbre a las 7.45: “Este horario es más tranquilo para todos y los niños no se tienen que levantar a la seis de la mañana. Están más contentos así. La levantada para el otro colegio era muy estresante”, dice.

La decisión de diferir el horario de entrada del Southern Cross School de 8 a 8.45 se tomó hace más de 20 años por una cuestión práctica: es el último de varios colegios en unas pocas cuadras, así que por el taco que se formaba en avenida Las Condes los niños igual llegaban pasadas las ocho y media. “Era absurdo seguir insistiendo en algo que no estaba favoreciendo a nadie”, explica la subdirectora, Shannon Watt, y agrega que los papás y mamás que entran temprano a trabajar pueden dejar a sus hijos desde la ocho en el colegio en una sala especial. 

El tema de la hora de entrada cobra relevancia esta semana en que los niños entraron a clases porque al igual que en 2015 este año se mantendrá el horario de verano los 12 meses. Algunos establecimientos han buscado esquivar la falta de luz de día retrasando el horario de ingreso hasta las nueve entre junio y septiembre. “Los alumnos llegaban adormecidos y con los apoderados llegamos a la conclusión de que se debía a la falta de luz”, dice Rubén Marcos Quezada, director de la Escuela Villa Las Peñas de Mulchén, en la Novena Región. El Colegio Villa La Granja, de la misma localidad, hizo lo mismo.

Pero el problema es más profundo que la mantención o no del horario de verano. Si en algo coinciden actualmente neurólogos y especialistas en desarrollo infantil y adolescente es en la importancia que tienen las horas de sueño para una serie de actividades, partiendo por el aprendizaje. Pese a eso, varios diagnostican una verdadera “epidemia de trastornos del sueño”. Esa es la razón por la que en Gran Bretaña y Estados Unidos se han encendido las alarmas ante los efectos que está teniendo en los niños empezar la jornada muy temprano. El año pasado, tanto la Asociación Americana de Pediatría como el Centro de Control de Enfermedades (CDC) llamaron a las escuelas a postergar la entrada hasta después de las 8.30. Incluso en ese país se formó una ONG llamada Start School Later, es decir, “Empecemos la escuela más tarde”.

También en 2015 el profesor de la Universidad de Oxford y experto en el estudio de los ritmos circadianos, Paul Kelly, acaparó páginas en los medios británicos cuando dijo, más radicalmente, que comenzar la jornada antes de las 10 es una verdadera “tortura”. 

Nueve horas de sueño, una meta imposible

“Al que madruga, Dios lo ayuda”, dice un antiguo refrán. Sin embargo, cada vez hay más evidencia de lo contrario, de que despertar demasiado temprano, alterando los ciclos naturales del sueño, provoca problemas físicos, cognitivos y sociales, los que impactan con más fuerza a quienes están en proceso de crecimiento. 

Nadie puede modificar su patrón de sueño, el que es fijado por la luz del sol. Nuestros ritmos circadianos no han cambiado, sino que el cambio viene desde la escuela, que es una invención moderna, explica Paul Kelly. “Si los padres supieran que sus hijos se enferman más a menudo, aprenden menos en la escuela, y tienen mayor tendencia a consumir drogas o ser obesos sólo por despertarse demasiado temprano, es muy probable que hacer el cambio, que no tiene ningún costo, les parecería una alternativa muy deseable”, explica.

“Si los niños entran al colegio a las ocho de la mañana pierden dos horas de clases”, asegura aquí en Chile John Ewer, investigador del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de Valparaíso, y agrega que el ideal es que estén lo más despiertos posible cuando van al colegio. La mejor manera de comprobarlo es ver lo que pasa el fin de semana, dice Ewer, cuando los niños y adolescentes se despiertan sin ayuda de una alarma. “A partir de los 10 años, aproximadamente, los niños empiezan a despertarse naturalmente más tarde que los adultos, lo que ocurre hasta los 22 años, más o menos. Es decir, todo el tiempo que van al colegio y la universidad”, asegura. Eso significa que al despertar a la 6 de la mañana, con despertador, se pierden entre tres o cuatro horas de sueño. 

Esto se explica por un fenómeno llamado “Síndrome de la fase del sueño retrasada”, comenta la investigadora Kyla Wahlstrom, de la Universidad de Minnesota, quien se ha dedicado por más de una década a estudiar cómo los horarios escolares afectan los ciclos de sueño de los niños. “Culturalmente se asume que los adolescentes son flojos, pero la verdad es que sus cerebros no están listos para despertar cuando ya están entrando a clases. No son miniadultos, su cerebro aún está en desarrollo”, dice. 

En concreto, el cambio en los patrones de sueño que comienza a desencadenarse en la preadolescencia significa que la secreción de melatonina (la llamada hormona del sueño) se retrasa en los jóvenes, quienes recién a las 10.45 de la noche sienten deseos de dormir. Esto, junto con el hecho de que su cerebro aún necesita dormir unas nueve horas, tiene como efecto automático que despierten, naturalmente, alrededor de las ocho de la mañana. Sumado a los numerosos estímulos existentes, en particular el uso de tablets y smartphones, es cada vez más difícil que consigan las preciadas horas de descanso. “Hoy se cree que el uso de tecnología en la habitación es la mayor causa de los trastornos de privación de sueño, además de irse a acostar muy tarde o levantarse muy temprano”, agrega Wahlstrom. Frente a ello, la académica aspira, al menos, a ocho horas de sueño, lo que le parece más “realista”. 

Tras estudiar el funcionamiento de los cerebros de niños y adolescentes durante años, la recomendación de Paul Kelly y los investigadores del Instituto de Sueño y Neurociencia Circadiana (SCNi) de Oxford puede parecerles a muchos impactante: a los 10 años, los niños deberían entrar al colegio entre las 8.30 y 9 de la mañana; a los 16 entre las 10 y 10.30 y a los 18 años entre las 11 y 11.30.

Recomendaciones similares presentadas por la CDC en 2015 se basaron en un estudio liderado por Wahlstrom. Su equipo siguió por tres años a casi nueve mil estudiantes en tres estados donde algunos colegios retrasaron su horario de entrada a las 8.35 o después. Como resultado, más del 60 por ciento de los estudiantes consiguió al menos ocho horas diarias de sueño durante la semana. Los que dormían menos que eso reportaron síntomas de depresión significativamente más altos y mayor consumo de cafeína y uso de sustancias. 

Además, estos colegios mostraron mejoras en aspectos como el rendimiento académico, tasas de asistencia y número de atrasos. Incluso los accidentes de tránsito que involucraban a conductores de entre 16 a 18 años se redujeron en un 70 por ciento cuando la escuela cambió el horario de entrada.

El neuropsicólogo pediátrico Dean Beebe, quien también fue parte del estudio, lo resume así: “Toda persona que haya ido al trabajo con una gripe sabe que, si te sientes pésimo, no puedes rendir bien, estás sobreviviendo al día. Lo mismo pasa con los adolescentes; si te sientes horrible, no puedes aprender bien”. 

Pero aprender no es el único problema. Por ejemplo, los jóvenes que duermen menos de ocho horas tienden a consumir alrededor de 150 calorías extras por día, principalmente de dulces. 

La vía para un cambio

Mariana Aylwin recuerda que cuando fue ministra de Educación entre los años 2000 y 2003, en algún momento se planteó diferir el horario de ingreso a clases, “pero no estaba relacionado con el sueño de los niños”, recuerda, sino con el tráfico. 

La idea circuló, aunque no quedó en nada, con motivo de la implementación de la Jornada Escolar Completa, en el año 2000. La Secretaría de Planificación de Transporte (Sectra) encargó una encuesta a la Universidad de Chile para analizar algunas iniciativas que permitieran una mayor racionalización en los viajes del transporte público. Una de ellas era precisamente diferir el horario de entrada a los colegios. 

La encuesta, que fue respondida por mil hogares de la Región Metropolitana, arrojó que el 63 por ciento de los apoderados preferían que los escolares de educación básica y media ingresaran a clases a las 9.15 de la mañana en lugar de más temprano. Sólo el 8,3 por ciento de los encuestados mencionó que si se cambiaba la hora de ingreso ya no podrían ir a dejarlos al establecimiento y un 5,9 por ciento destacó que levantarse tarde crearía malos hábitos.

Una preocupación que recoge la sicóloga Sylvia Langford: hay que generar hábitos y esto no se puede hacer acomodando los horarios porque los niños no se acuestan temprano. “En el sur dicen: es que ha llovido mucho, pero siempre ha llovido. En Los Vilos cambiaron el horario de un colegio porque estaba oscuro, garuando y los niños se iban a resfriar. ¿Un chico no puede ir con una parka cuando está garuando?”. 

A la neurosiquiatra Amanda Céspedes también le preocupa un impacto que podría tener cambiar los horarios, pero por otras razones. “Creo que retrasar la entrada es una muy buena iniciativa, pero tiene sus bemoles. Los niños pueden sentir que tienen permiso para acostarse más tarde porque al día siguiente pueden dormir media o una hora más. La otra dificultad es que el horario de salida de clases se va a retrasar, y si llevan tareas para la casa, este también puede ser un factor que retrase la cena y la hora de ir a la cama”, explica.

Los estudios de Kyla Wahlstrom dicen que los jóvenes no se acuestan más tarde cuando el horario de clases se retrasa. Sus cerebros les piden dormirse a la misma hora y consiguen dormir más. Aún así, y reconociendo que hacer este cambio tiene un impacto significativo, los investigadores de Minnesota afirman que se puede hacer más. “Atrasar el horario no nos libera como sociedad y como padres de sacar, por ejemplo, el teléfono de la pieza. Hay muchas más cosas que se pueden hacer”, dice Beebe.

Aquí, un estudio realizado por el Boston College utilizó datos de la prueba Timms 2011 y concluyó que Chile se ubica entre los ocho primeros países (de un total de 50) donde los escolares sufren mayor privación de sueño. Según ellos, casi dos tercios de los estudiantes de cuarto básico y tres de cuatro de los de octavo ven limitada la enseñanza de matemáticas y ciencias por la falta de sueño. El estudio tomó como base la opinión de los mismos profesores. 

Paulina Medel, profesora de Lenguaje de séptimo y octavo del colegio Altamira -donde los niños llegan a las 8.30 pero las clases comienzan a las 8.45- dice que no hay una norma desde la casa para cuidar el sueño de los estudiantes. “Hay niños que me cuentan que se duermen tarde porque se quedan jugando Play o contestando el WhatsApp hasta las dos o tres de la mañana. A veces hay que pedirles que se vayan a lavar la cara porque no dan más”. 

Por eso Medel les encuentra razón a los investigadores. “El horario ideal para hacer clases es de 10.30 a 12. Las sesiones son mucho más activas, hay más participación, más atención y posteriormente recuerdan mejor las materias que tuvieron a esa hora”. Dayana Acevedo, profesora de inglés en la media del Southern Cross, relata una experiencia similar: “Después del primer recreo, los niños están activos, ya han comido -porque algunos se vienen sin desayuno porque les da lata o porque salen corriendo-, entonces tienes a un niño que ya pasó por un proceso de despertar, se alimentó y compartió con sus amigos. Es lejos la mejor hora”. Con esto en consideración, varios colegios han optado por colocar los ramos “troncales”, como matemática o lenguaje, después del primer recreo de la mañana.

¿Se pueden cambiar los horarios? En el Mineduc explican que no mandatan ese aspecto, y que cada colegio lo decide mientras se cumplan las horas lectivas exigidas. Algo similar sucede en Estados Unidos, por lo que la recomendación de los expertos es que la determinación sea tomada en conjunto. “Las comunidades educativas deben informarse sobre las ventajas de este cambio y debatir sobre cómo implementarlo mitigando cualquier dificultad”, dice Wahlstrom. 

Entre estas dificultades está la preocupación de los papás para coordinar las nuevas entradas con las de sus trabajos, el choque con las actividades extracurriculares, el caso de los jóvenes que trabajan o cuidan a sus hermanos pequeños, entre varios otros. Pero Wahlstrom aclara que, dado que el cambio sí puede ser disruptivo, en caso de que un un colegio se decida a retrasar la entrada es mejor hacerlo “con todo”, es decir, que sea significativo y retrase al menos una hora la entrada, para así obtener todos los beneficios.

Lee el reportaje de su original aqui.

21 de marzo de 2016

Las dificiles mañanas

Me imagino que no solo a mí me pasa, sino que en varios otros hogares, también el horario más difícil del día debe ser las mañanas. Aquí son terribles, para mi marido, mis hijos y para mí. Por su trabajo, mi marido, sale de casa antes que suene mi alarma para levantarse, así que es el primero en irse y uno de los que más sufre al levantarse, sobre todo porque en las noches no solemos dormirnos temprano, estoy segura que ambos no dormimos más de 5 horas, que es poquísimo.

A mí también me cuesta levantarme, me demoro 4 alarmas y 35 minutos en hacerlo, jajaja. Pero los más complicados, lejos son la Mayor y el Menor. Con el Mediano no tengo problemas, se acuesta temprano y es el primero en dormirse así que duerme entre 9 y 10 horas, en las mañanas lo despierto y se levanta sin complicaciones, claro que aún lo tengo que vestir, pero no se queja ni pone problemas.

Otra cosa es la Mayor, desde el primer buenos días para despertarla, empieza a resongar y alegar, literalmente hay que sacarla de la cama, la llevo al baño casi dormida y escuchándola decir: "porque, porque y porque debo levantarme tan temprano",  y claro que me da pena, pero también todas las mañanas le repito que debe acostarse más temprano, que no se de tantas vueltas antes de dormir, o que no deje todo a ultima hora para ordenar, lo que atrasa el irse a la cama y termina durmiéndose cerca de las 21:30 o 22:00. Y eso que el proceso de irse a la cama lo comienzo a las 20:00 hrs.

Con el Menor es otro el problema, como es hiperventilado y no se le agotan las pilas nunca, son las 21:00 y todavía anda por ahí arrancándose para no dormir, abriendo el refrigerador para ver que comer, negándose a ir a la cama porque quiere ver monitos o quedarse en mi cama. Y casi nada me resulta para acostarlo más temprano, ni un baño relajado, ni leerle un cuento, ni contarle una historia, ni nada. Son casi o pasadas las 22 horas cuando logro llevarlo a la cama y esta tan agotado que me acuesto a su lado 5 minutos y ya esta dormido. 

Por lo mismo en las mañanas esta muerto, a él lo visto y le lavo los dientes dormido, recién despierta casi cuando vamos saliendo de casa. Creo que él debe dormir entre 7 a 8 horas diarias, lo que es muy poco para su edad, aunque los fines de semana se desquita con creces y duerme 10 a 11 horas fácilmente.

Hoy escuchaba en la radio un estudio* que hablaba que los niños funcionan mejor y tienen un mejor rendimiento escolar si despiertan solos (sin alarmas), es decir con la luz del día (pensando que se acuesten a una hora razonable), que el nuevo cambio de hora para que amanezca mas temprano, ayudaría mucho en eso, pero que también sería bueno que se retrasara en media o una hora el horario de entrada a los colegios. 

Y la verdad es que me encantaría que entraran más tarde a clases, pero también pienso que si entran más tarde, tendrían que salir más tarde del colegio, lo que retrasaría los talleres extraprogramaticos y el regreso a casa. Entonces ¿cual seria la solución? ¡que no vayan al colegio! jajajaja.

En realidad no sé cual es la mejor solución, mientras debo seguir intentado se duerman más temprano (seguro el nuevo horario de invierno ayudará mucho) y seguir luchando en las mañana para que despierten.


* Encontré un articulo muy bueno con respecto al sueño y al rendimiento escolar, es largo, por lo mismo lo publicaré en una entrada nueva ;)

6 de abril de 2012

Voy a ser Hippie

De mi columna en Revista Carrusel

Mi hija adora ir al colegio, le encantan sus misses y sus compañer@s, llega a hacer sus tareas sin reproche, incluso a veces dice que quiere hacer más, participa contenta en las actividades extra programáticas que tiene, en resumen mi hija ama su colegio.

Pero el que ella ame su colegio y le encante ir todos los días, no quita que cada mañana sea un verdadero show sacarla de la cama, es una queja diaria, que tiene sueño, que no prenda la luz porque le molesta a sus ojos, que no puede ver, que va a seguir durmiendo, etc., etc.

Y así también mi respuesta de todas las mañanas es la misma, le explico que si se acostara más temprano no tendría sueño, que yo también tengo sueño pero igual debo levantarme y que además ya es tarde y esta atrasada.

Por lo mismo, el otro día cambie de técnica, al escuchar su queja matutina, sumándose además, la misma queja pero del papá. Me paré en el pasillo entre las dos habitaciones y les dije muy seria:

“ok, no se levanten, pueden quedarse acostados, a partir de hoy seremos Hippies, nos iremos a vivir a una isla de Brasil, nadie ira ni al trabajo ni al colegio, para vivir comeremos pescado y animales que vamos a pescar y cazar, sacaremos las frutas de los arboles. Nunca más nos tendremos que levantar temprano, tampoco aprenderás ni a leer, ni a sumar, ni restar”.  “¡Estupenda idea se me ha ocurrido!, ¡seremos hippies!” dije para terminar.

Mi marido solo rio desde el dormitorio y se metió a la ducha. Mi hija me miro y me dice: “wuacala, pescados… no!” y bajo de la cama para vestirse. Obviamente, pensé que el asunto había terminado ahí, nadie más toco el tema, ni hablo del asunto.

Pero ese mismo día, en la noche mi mamá (que estaba en casa) le dice a mi hija: “vaya a acostarse que ya es tarde” y mi hija muy seria le responde: “mañana no voy a ir al colegio, porque ahora ¡seré hippie!” y sin decir más, se fue a su dormitorio.

Se imaginaran la cara que puso mi mamá, mientras yo rompía en risa. Mi madre no entendía nada e interrogaba a mi hija que de dónde había sacado semejante cosa, que quién le había enseñado o dónde había escuchado eso de ser hippie. Jajaja, yo no podía parar de reír y tuve que entrar a explicar a mi mamá que lo de ser hippie había sido idea mía.

Por supuesto, lo de ser hippie le duró a mi hija, lo que se demoró en darse cuenta que debería comer pescado todos los días y no podría asistir a sus clases de ballet nunca más.