Escrito por César Biernay Arriagada.
Providencia, Santiago.
1er Lugar Concurso Literario: Porteo "Compartiendo nuestra Aventura".
Esa mañana mi suegra nos visitó sin aviso. Dijo que era un buen día para preparar lentejas y que su receta era la preferida de Carolina, mi señora.
Mientras mi suegra preparaba el guiso en la cocina, Carolina cargaba a la pequeña Amanda en el pasillo. Desde el piso de arriba en mi taller, escuchaba sin opinar la conversación entre madre, hija y nieta, esta última con balbuceos de negación o aprobación propios de toda infante.
Mi silente trabajo en el taller me permitía oír todos los detalles de la conversación, desde el bono a la dueña de casa hasta los pormenores de la teleserie nocturna, pasando por los secretos de unas buenas lentejas. La plática era trivial pero hubo una muletilla en mi suegra que puso a prueba mi habitual paciencia: su opinión sobre cargar tanto en brazos a la niña.
En media mañana ya había criticado doce veces a Carolina: “la vas a acostumbrar a los brazos”; “sus llantos no tienen lágrimas, lo que quiere la bebita es que la tomes”; “no caigas en el juego de la niña, déjala que llore en el suelito”; “esos andadores son seguros, déjala ahí no más”.
Carolina aceptaba esos consejos (retos) con la actitud de una hija que está aprendiendo a ser mamá pero sin hacerle mucho caso. El tema central era la insistencia de mi suegra por apurar la independencia de Amandita y su necesidad de buscar los brazos de la madre.
Mi trabajo silente en el taller del piso de arriba era laborioso y fructífero. No habían pasado ni cinco minutos desde la última advertencia de mi suegra cuando volvió literalmente a la carga: “deja a esa bebe en el andador, te está sensibilizando para que la tomes en brazos”.
Como un genio que aparece de su lámpara maravillosa irrumpí presuroso entre madre, hija y nieta para aclarar el concepto:
“Suegra, como madre que es reconocerá todos los avatares que las mujeres deben enfrentar en su tarea de criar. Sus consejos son bienvenidos por Carolina, se lo aseguro, pero olvida un detalle importante: el embarazo de alto riesgo que presentó Amandita no fue tarea fácil para nosotros. Las constantes hemorragias en los primeros meses de gestación, la necesidad de reposo absoluto y permanecer con los piernas hacia arriba apoyada en el respaldo de la cama nos hicieron pensar que el alumbramiento nunca llegaría y que la belleza de ser padres permanecería como un proyecto pendiente. Los sacrificios continuaron los meses venideros. Dietas sanas al extremo, hábitos de rutina y excesivas visitas médicas contribuyeron a que tras una seguidilla de contracciones Amandita brindara su primer llanto de alegría. Con ese anhelo en suspenso por tantos meses ¿Usted no viviría abrazada a su bebé? Tal vez sus llantos estén condicionados, pero su contacto con la piel materna y paterna genera energía única e irreproducible por otros brazos, una energía que encanta, que envuelve, que produce calor de afecto, calor de amor”.
Dicho esto le entregué a Carolina y Amandita el producto de mi trabajo silente en el taller, una mantita portabebé con sus nombres estampados dentro de un corazón.
Las lentejas quedaron sabrosas para todos, menos para una.
5 comentarios:
Felicitaciones César, linda historia y bien contada. Un merecido primer lugar, saludos!!!
Hermoso yo tendre una bebita muy pronto lo unico que quiero es tenerla en mis brazos la amo con todo mi ♥ y claro cuando existen experiencias complicadas lo unico que queremos es estar cada segundo disfrutando esta etapa maravillosa
Gracias Chris por tu comentario. Ojala mi pluma sea tan elevada como la reportera de "Rojo Amanecer". Saludos.
jajaja... que buena memoria :)
Me encantó!!!
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